ORACIÓN PARA MI
HERMANO OMAR
La vida es un
milagro de Dios,
con cada nacimiento
se testimonia la existencia de un ser supremo,
pero tratándose del
hombre, la criatura inteligente,
creada por el
infinito amor de Dios,
todos quedamos
maravillados,
su receta incluye
como ingrediente mas importante, el amor,
el amor de los
padres, de los abuelos, de los hermanos, de la familia, de todos.
Todo para
personificar la imagen del Creador en eso, en amor.
Pero la muerte es
un misterio, toda la existencia,
con dolores,
alegrías y tristezas - triunfos y sacrificios –
en la tierra
desaparece, queda en nada.
Solo los recuerdos
que llevamos en nuestro corazón,
sigue alimentando
la vida.
Esto que escribo,
es justamente eso, un recuerdo, mi recuerdo,
dedicado a Omar por
su serena, dulce y recia personalidad,
por todo el bien
que hizo,
y por ese encuentro
con Dios,
donde Papá y Tulio
te acompañan.
Nuestro padre y los hermanos Monzón Salas |
José Omar Monzón Salas
Una suave brisa desprendida de la
Sierra Nevada de Mérida, en el mes de mayor intensidad del frío, que baña las
empinadas lomas y la naturaleza de los andes venezolanos, sirvió de compañera
para que un 16 de febrero de 1941, se colmara de alegría el hogar, en la calle Bolívar de Mérida, marcado con el
número 73, de los Monzón Salas, había
nacido su tercer hijo, el segundo varón. Allí vivían porque la desaparición de
Tulio Oswaldo, su segundo hijo, ocurrida en La Playa de Jají, había sembrado de
dolor y tribulación a ese hogar, y por
eso la decisión de llegarse hasta la ciudad capital, dejando temporalmente a
Jají, el lugar donde Julio Monzón Uzcátegui y Dora Salas Sívoli, habían nacido
y fundado una familia desde el año 1937. El nacimiento de Omar fue un bálsamo
para aliviar el dolor, por la reciente muerte de su hermano mayor.
Para aquella época la intensidad del
trabajo que demandaba la Hacienda El Carmen en la aldea la Playa, no permitió
que se prolongara por mucho espacio el tiempo de residencia en Mérida,
regresaron a La Playa, aquél regreso debió estar lleno de alegría para todos,
pero especialmente para los abuelos Ramón, Josefa y Antonia, pues no era sólo
el retorno de los esposos Monzón Salas, con ellos regresaban los nietos:
Alicia, Omar y Germán, que volvían para recibir los mimos y arrullos de quienes
los esperaban y necesitaban para quererlos.
Los grandes patios, corredores
y espacios de la Hacienda El Carmen en
La Playa de Jají, vieron a Omar y sus hermanos crecer, una personalidad que
empezaba a formarse; cautivada por la sencillez de toda esa gente, por el aroma
del café, el mugido de las vacas, y tantas vivencias que sembraron el corazón
de Omar, y que jamás olvidaría.
Omar inició sus estudios en la
escuelita de La Playa, después continuó en la escuela de Jají, y para llegar
desde la Playa hasta ese lugar, cerca de tres kilómetros, no había carretera,
normalmente él utilizaba una mula amarilla grande, que existía en la hacienda.
Estudió su bachillerato en el Colegio
San José de Mérida, después alcanzó en la Universidad de los Andes el 25 de
julio de 1964, el título de médico cirujano, profesión que se convertiría en
uno de los mas grandes amores de su existencia. La pasantía de médico la
efectuó en Santa Cruz de Mora. En San Cristóbal inició el ejercicio de su
profesión de médico, luego pasó a la ciudad de Maracaibo, donde fijaría su
residencia. Siguió sus estudios en La Universidad
del Zulia y las universidades de Sao Pablo y Santa Casa de Misericordia en Brasil.
Su especialidad en ortopedia y traumatología lo convertirían en una eminencia
en columna vertebral. Ejerció como profesor en pre y post grado de LUZ.
Director del Hogar Clínica San Rafael de Maracaibo y jefe de los Servicios de
Ortopedia del Hospital Central Dr. Urquinaona de Maracaibo, entre otras
actividades de su profesión.
Como médico Omar cumplió a
cabalidad, muchas veces fuimos testigos de trasladar en sus frecuentes viajes
de regreso entre Mérida a Maracaibo a familiares y amigos, en su propio carro,
o facilitándole la hospitalización en Maracaibo, para curarlos de las dolencias
que los aquejaban.
Las circunstancias de la vida, como
un hecho natural, ubican a las familias en diferentes posiciones, profesiones y
actividades. A Omar su profesión de médico lo separó de una condición que
entiendo llevamos en la sangre, nuestros abuelos y padres agricultores nos
sembraron, tal vez sin proponérselo, también la vocación agrícola. Omar nunca olvidó
a Jají, la Hacienda El Carmen en La Playa, el compartía su vida entre su
profesión y un inmenso deseo de regresar a su medio, quería cuidar las vacas,
los animales, respirar el aroma del café, él estaba esperando poder venirse a
La Playa, donde ya había instalado un consultorio, para regalar la salud a sus
amigos vecinos, gesto que siempre fue parte de su juramento hipocrático de
médico.
Omar vivía una intensa vida
familiar, Mamá, María su esposa, sus
hijos, sus nietos para quienes exteriorizaba su mayor ternura y emoción, sus
hermanos, toda su familia era parte de su existencia. El buscaba que las
circunstancias, sin dejar de ser maracucho su gentilicio de adopción, le
permitiera volver a sus andanzas de labriego, vocación que no sólo llevaba en
su ser, sino que él alimentaba cuando en tantas veladas familiares, compartía
sus ideas e inquietudes.
Omar había construido una linda
vivienda en Las Mesas, en especial paraje que tiene al frente la Sierra Nevada
de Mérida, donde siempre fuimos invitados a muchos e intensos reencuentros y
reuniones, pero no tantos como era la aspiración de todos.
Omar había escalado las cinco
águilas blancas, exploradas numerosas lagunas y parajes, él poseía una medalla que testimonia tal hazaña. Su
época de escalador y excursionista siempre lo hizo de la mano, de un hermano de
circunstancias, amigo, amigo de la casa, para mi, compadre, el Dr. Rafael
Quintero Moreno, quien por cierto estuvo en los últimos días de la existencia
de Omar, en su casa de habitación de Maracaibo, tocando cuatro y cantando, en
una remembranza que los identificaba y los unía. Omar contaba chistes, nos
hacía reír a todos, tocaba y cantaba y en estas últimas cualidades Rafael era
su hermano inseparable. Para mejor entender la hermandad de Omar y Rafael citaré
parte de una carta muy familiar del 7 de abril de 2002, “Serenatas,
excursiones, horas de estudio en la terraza de la Calle Zerpa, ir juntos
al cine, pasar días y noches en La Playa. Sería contar un cuento muy largo y casi
sin rumbo fijo, como las veces que en Semana Santa o Carnaval, nos íbamos cerro
arriba, sin meta precisa pero buscando siempre lo más alto y lo más riesgoso,
extraviándonos, y finalmente volviendo a tierra firme, extenuados pero
felices. Tan intensamente vivimos aquellos días de excursión que nos auto
bautizamos como Prehistórico Monzón y Primitivo Quintero, apodos de broma y de
lucha que significaron en aquellos tiempos, inconformidad con nosotros mismos,
deseos de demostrarnos que sí podíamos vencer peligros y cosas difíciles, y fórmulas
originales de amistad sana entre dos muchachos”.
Las circunstancias que mantuvieron a
Omar lejos de Mérida, también se juntaron en su expreso deseo de ir a Madrid,
en la búsqueda de su salud, que por muchos meses venía deteriorándosele, allá
donde apenas el teléfono servía de esporádico vínculo para comunicarnos, por
varias semanas él para no perturbar a nadie, insistía en que seguía bien, para
finalmente el día 20 de julio de 2003, aproximadamente a las 8 de la mañana de
allá y dos de la mañana de Venezuela dejó de existir, rodeado con el cariño de
su esposa y todos sus hijos. Su muerte fue prematura, se marchó cuando sus
conocimientos científicos de médico, estaban en lo más alto de su carrera,
cuando tenía mucho para dar.
Omar, a quien respetaba silenciosa y
profundamente, a quien consideraba como mi segundo padre, me dejó lleno de hermosos recuerdos,
de ejemplos para seguir y de tantas cosas que no olvidaré.
Seguirás entre nosotros, nos
cuidarás en la vida diaria, en las reuniones familiares, seguirás siendo
participe de tantos planes e inquietudes, que son parte de nuestra existencia,
para ti el trabajo será más fácil, añadirás para todos nosotros en la tierra,
una mayor dosis de comprensión, de tolerancia, de dulzura, en una palabra,
añadirás todo el amor que sea necesario a nuestros actos, a nuestra vida.
Así debe ser, y en
honor a su memoria así será.
Mérida, 27 de julio de 2003
Germán Monzón Salas
Con mi hermano mayor |
Hermoso recuerdo de amor hacia un hermano. Ejemplos así deberían ser los que harían unir a la familia venezolana.
ResponderEliminarUn gran saludo,
Rafael Dávila
Rafael. Es lo menos que me corresponde, gracias por escribir, reciba mi afectuoso saludo. GMS
EliminarPOR SIEMPRE VIVIRAS EN NUESTROS CORAZONES, TU GRAN CORAZON Y EJEMPLO DE VIDA COSECHO UN GRAN AMOR EN TODOS LOS QUE COMPARTIMOS CONTIGO LA VIDA.
ResponderEliminarHola Germán. Excelente narrativa. Muy inspirada y fraternal. Me llamó la atención la foto con tus hermanos y tu papá. Nunca había visto una foto suya. Creo que de los tres hermanos eres el que mas se parece a él.
ResponderEliminarUn abrazo, también de un amigo fraternal.
Rafael Isidro
Rafael. Bien sabe que hay amigos de amigos, tu eres como un hermano, los años de lucha, de formación, de encuentros que pasamos en la universidad, creo que fue casi como una epopeya, dedicamos todo el tiempo posible por la gente por nuestro pueblo, porque los gobiernos ofrecen, casi todo bla bla y poca efectividad,aspiramos justicia, paz libertad y democracia, algún día llegará esa justa aspiración. Abrazo y afecto. GMS
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