sábado, 3 de diciembre de 2011

Blog N° 21 -- Guillermo Zerpa --

Diciembre, 2011 N° 21

Plaza Bolívar

En Jají hay mucha gente que los considero como amigos, son gente muy valiosa y sencilla, con una inteligencia que saben llevar sin propaganda, en silencio, tal vez arropada por estos días de fin de año de lluvia y neblina, siempre saben expresar sus opiniones con gran prudencia, estos personajes son capaces de cautivar a cualquier amigo, resultando gratificante poder intercambiar las noticias de la actualidad o de tiempos pasados.
 
 Diciembre, 2011 N° 21
Guillermo Zerpa
Después de la reconstrucción de Jají en el primer gobierno del presidente Rafael Caldera, en la pequeña parte urbana del poblado se inició un importante cambio, aún cuando ya había algunos pocos comerciantes, sus pobladores, casi todos pusieron alguna venta, comercios como restaurantes, posadas, venta de artesanías y otros empezaron a ocupar importantes espacios para contribuir al sustento de los habitantes de Jají, que con su reconstrucción se proyecta como un importante polo turístico.
Plaza Bolívar de Jají.

En la actualidad su carretera se encuentra inservible, huecos, derrumbes y descuido generalizado

Hay en Jají mucha venta de artesanías, pero pocos artesanos, pocos artículos son hechos por sus habitantes, pero en la curva bajando de la carretera que conduce a La Playa, vive Guillermo Zerpa, nativo de la aldea Mucundú, él es un hombre de porte y facciones extranjeras, concretamente descendiente de italianos, su padre era Orestedes Dezeo. Guillermo primero fue agricultor, y ahora como artesano su negocio lo surte con sus manos, con su inteligencia, que labrando madera de fresno que le permiten los señores Flores, la convierte en cucharas, tenedores, cuchillos, algo que llama segunda esposa o segundo marido, molinillos y otros artículos de madera, que el mismo les da forma con una navaja o algún otro instrumento cortante.





En esta fecha lo invité para realizar un recorrido por Mucundú, su lugar nativo, donde los vecinos con su esfuerzo personal estrenan carretera que anhelaban desde hace mucho tiempo. Cuando avanzamos por la nueva vía al observar unas matas de Junco, en un paraje húmedo, las refirió como la teja de su tiempo, es así porque los ranchitos y bohíos de la zona le cubrían el techo con un entramado de panojas de esta planta, las casitas de paja, era la cubierta del techo de tiempos pretéritos. 

Resulta muy grato conversar con Guillermo, él y su familia muy arraigada a Jají, tiene muchas cosas que contar, siendo su amigo, me narró que su madre trabajó en La Playa en la Hacienda El Carmen, a mediados de los años 20 del siglo pasado, cuando se desempeñaba para elaborar la comida de una peonada mayor de 40 personas que trabajaban en esa hacienda, en un momento febril de mucha actividad que allí se producía. Para aquel entonces el apenas era un muchachito de unos 7 años, se divertía y reía porque podía comer muchas carabinas, maduros y participar en múltiples faenas en aquella extensa propiedad. 

Siempre me agradó la simpatía que sentía que para mi tenían, Don Ramón y Don Julio, cuenta que cuando iba Don Julio para San Juan, buscando la carretera Trasandina que ya estaba allí, él acompañaba a pie al jinete, que en una mula buscaba la carretera para seguir en diligencias hasta Mérida, su tarea consistía en devolver ya como jinete la mula a la hacienda de La Playa; después en la fecha acordada volvía de jinete a San Juan y regresaba caminado a La Playa.




También acompañaba a Don Ramón a dar sal y vigilar el ganado en los hatos. Guillermo refiere que el caminaba con la pata en el suelo, como era común en esos tiempos, no usaban ni alpargatas, costaban mucho dinero, real y medio, tanto capital se destinaba para cosas prioritarias, al fin y al cabo el cuero de los pies parecía ya un cuero viejo, no le molestaban las piedras, ni espinas, ni el agua ni el barro, para esos tiempos los campesinos todos estaban descalzos.

Allá en la hacienda cuando moría un animal, como los cueros eran muy valiosos siempre iban a despellejarlo, descuerar, para aprovechar la piel, Guillermo dice que después de salarlo lo ponían a secar en el patio y a él le tocaba espantar a los zamuros, aves de rapiña que en cualquier descuido querían un desayuno con cuero piche.


Guillermo, con su esposa Amalia Vielma y sus 3 hijos vivos, 2 de ellos profesionales de la ULA, constituyen una bella familia andina, que laboran para hacer grande y fuerte a Venezuela.


Germán Monzón Salas. 
19 de Julio de 2008 
Fotos: del autor